¿Quién no ha oído decir alguna vez que
alguna persona se desvive por sus
hijos, sus amigos, su pareja…? Si buscamos en el diccionario, una de las
acepciones de desvivirse es esforzarse en favor de alguien. Lo que pasa es que
muchas veces cuando usamos esta expresión nos estamos refiriendo a personas que
literalmente están dejando de vivir o quitándose la vida, en cierta manera, por
otras personas. Que hacen unos esfuerzos desmesurados y, tal vez, innecesarios
por atender necesidades de los demás o simplemente por complacerlos.
A veces incluso dejan de vivir por supuestas
necesidades de otras personas, que no se corresponden con la realidad. Estoy
pensando en una anécdota que viene muy al caso. Alguien me comentó una vez que
se había encontrado a una antigua amiga que le decía que al salir del trabajo le gustaría mucho irse a
su casa y desconectar un poco del mundo, pero que como su madre estaba tan
sola, iba a comer con ella para hacerle compañía. Así que elegía sacrificar su
descanso, aunque estaba muy estresada. Pasado un tiempo la persona que me contó
la anécdota se encontró a la madre de la sacrificada mujer. Ésta le informó que se había jubilado hacía poco; pero se
lamentaba de que ahora que tenía tiempo para ir a la playa con las amigas, no
lo hacía mucho porque prefería quedarse en casa a preparar la comida a su hija
y así le quitaba ese trabajo, ya que estaba tan ocupada. Otra que se
sacrificaba. Ambas renunciaban a su bienestar, supuestamente porque era bueno
para la otra. Se adjudicaban necesidades mutuamente y dejaban de vivir.
Esta manera de relacionarse se da mucho en
personas sobreprotectoras: inventan o exageran las necesidades de los demás y
ellas mismas se las cubren. Se anticipan quizás porque necesitan de forma
excesiva que los otros se sientan queridos por ellas. Tienen que estarlo
demostrando constantemente. Y quizás lo hagan de muy buena fe, pero seguramente
no se dan cuenta de que en el fondo están esperando que los demás hagan lo
mismo con ellas; que adivinen sus necesidades, sin hacerlas pasar por el
bochorno de tener que pedir. Esta manera de actuar también puede tener que ver
con no tomarnos muy en serio a nosotros mismos y nuestras carencias; a veces no
sabemos manejarnos con lo que nos hace felices y cómo buscarlo. Así, resulta
más fácil cubrir necesidades de otros, sean éstas reales o proyecciones
nuestras. Sustituimos el trabajo de ocuparnos de nuestra propia vida por otro
menos comprometido: solucionar la de los demás.
Ángeles Delgado, febrero de 2014.
Ángeles Delgado, febrero de 2014.
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