Un formador (Denis Royer) nos dijo una vez en un seminario de formación que el
narcisismo es como el colesterol, que hay uno bueno y otro malo.
El “bueno”, necesario, consiste en que uno,
tanto en la infancia como en la vida adulta, busque sentirse valioso e
importante para sus figuras de apego. Ayuda
a tener autoestima, a no hundirse porque algo salga mal o no se guste a algunas personas; si
alguien se siente valioso, los fracasos no le hacen invalidarse completamente.
Hace que se sienta especial y único, pero en la medida en que todos somos
especiales y únicos. Se trata de amar lo que uno es, con lo bueno y lo malo, y
sentirse satisfecho de uno mismo. Pero no impide completamente tener capacidad de
autocrítica y reconocer los errores y las limitaciones; y si duele que haya personas que sepan más o
tengan más talento o más éxito, se puede tolerar sin derrumbarse.
En cambio el narcisismo “malo” es el que
padecen las personas que necesitan sentirse mejores que los demás, que buscan
de una manera obsesiva que se les reconozca, que no soportan que alguien les
supere en algo. Descalifican a esas personas que les superan y se ofenden si no
se les trata como si fueran excepcionales. Se sienten merecedores de un trato
especial, como seres superiores que creen ser. Necesitan tener muchos
admiradores que les alaben. No toleran no gustar o que se esté en desacuerdo
con ellos. No soportan el fracaso, ya que se supone que son perfectos. Toleran
mal el envejecimiento y la enfermedad, que perciben como imperfecciones. Puede
parecer que estas personas sólo piensan en sus propias necesidades, ya que
menosprecian las de los demás. Pero nada más lejos de eso. En realidad no saben
que lo que necesitan es sentirse queridos simplemente por lo que son, sin tener
que dar una imagen inflada o exitosa, sin tener que ser excepcionales. Creen
que necesitan reconocimiento, pero lo que realmente les falta es sentir que se
les puede querer como a cualquiera, porque sí.
¿Cómo se llega a desarrollar un narcisismo
del segundo tipo? Bueno, nuevamente: hay teorías para todos los gustos. Pero
analicemos algunos aspectos relacionados con la forma en que los padres se
vincularon con el niño o la niña. Generalmente se trata de padres muy
narcisistas a su vez. Quieren un hijo o una hija perfectos. Necesitan esto
porque para ellos los hijos no son personas independientes, sino una
prolongación de sí mismos y les representan. Puede que sientan algo así como
“alguien excepcional como yo, sólo puede tener hijos excepcionales”. O tal vez
se hayan sentido insignificantes en su vida y creen que un hijo brillante les
hará sentirse, por fin, valiosos. Por supuesto, los hijos de estas personas
serán en principio niños normales, pero los padres empiezan a transmitirle, a
veces de manera sutil y otras muy explícitamente, que les van a querer más si son extraordinarios. Está el padre o la madre
que se enfada si su hijo no tiene sobresaliente en todo; están los que le
inculcan que tiene que ser el mejor en algún deporte, en música, o en cualquier
otra disciplina; a veces están constantemente comparándolos con los demás,
haciéndoles ver que son y deben ser mejores y que de esa manera papá y mamá
serán felices.
La conclusión que sacan los niños de este
trato es que no les van a querer simplemente como son, sino sólo si cumplen
determinadas expectativas de los padres. Que no les querrán por ellos mismos,
sino por sus logros. Si alguien les supera se sentirán muy amenazados de perder
el amor de los padres y como necesitan profundamente ese amor, intentarán pasar
por encima de quien sea. Así, poco a poco, esta persona que está creciendo se
va desconectando de lo que necesita realmente en cuanto a afectos y realización
personal; dedica en cambio todas sus energías a proyectar una imagen de éxito y
a ser reconocido por ella. Termina confundiendo amor con admiración, creyendo
que buscando la segunda encontrará el primero. Pero por muchos admiradores que
consiga y éxitos que coseche, nunca será suficiente, porque seguirá sin
sentirse querido por lo que realmente es, con sus necesidades afectivas reales.
Seguramente todos tenemos los dos tipos de narcisismo, pero igual que sucede con el colesterol, nuestra salud (en este caso, la mental) depende de las proporciones de uno y otro.
Ángeles Delgado.
Marzo de 2014
Seguramente todos tenemos los dos tipos de narcisismo, pero igual que sucede con el colesterol, nuestra salud (en este caso, la mental) depende de las proporciones de uno y otro.
Ángeles Delgado.
Marzo de 2014
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