Fotografía cedida por Juan Camacho |
El Análisis Bioenergético es una terapia psico-corporal desarrollada por el psiquiatra y psicoterapeuta Alexander Lowen, a partir del trabajo de Wilhem Reich, de quien fue discípulo y paciente. Reich enfocó sus investigaciones al análisis del carácter –conjunto de estrategias defensivas que desarrolla la persona para evitar el contacto con impulsos y emociones dolorosas o censuradas-.
El Análisis Bioenergético
incluye la comprensión de estas defensas y también el trabajo con la
desaparición de las tensiones corporales correspondientes, que se
estructuran en el cuerpo, formando una “coraza muscular”. En esta
comunicación intentaremos explicar estos conceptos y poner de manifiesto
las principales aportaciones de Lowen, además de cómo ha ido
evolucionando el Análisis Bioenergético (AB, en lo sucesivo), además de
cómo se aplica y se enseña hoy en el IIBA (Instituto Internacional de
AB). Se trata de un método psicoterapéutico de validez científica
reconocida a nivel europeo (EAP: Asociación de Psicoterapeutas Europea).
Para explicar qué es la coraza muscular, invito a
los lectores de este artículo a hacer este experimento: piensen en algo
que suele hacerles reír intensamente, pero propónganse no hacerlo.
Fíjense en qué tienen que hacer con los músculos de su cara (tal vez
también del cuello y parte alta del pecho, si afinamos). Si por alguna
extraña razón tuviéramos que hacer esto de manera constante, seguro que
terminaríamos por tener esos músculos contraídos de forma crónica y
dejaríamos de ser conscientes de tal contracción. Pues así es como se
forma la coraza muscular durante la infancia y la adolescencia: nuestro
entorno, de forma deliberada o no, nos induce a reprimir la expresión de
algunas emociones o impulsos y, como necesitamos adaptarnos a ese
entorno, inhibimos esas expresiones tensando determinados grupos de
músculos, al principio voluntariamente, y luego de forma automática, sin
conciencia de estarlo haciendo.
A la coraza
muscular corresponden unas defensas psicológicas o caracterológicas:
esas emociones e impulsos retenidos en la coraza nos resultan difíciles
de tolerar psicológicamente. Así limitamos nuestras vivencias, evitando
aquéllas que nos pueden poner en contacto con las emociones que tememos
experimentar: de esta manera desarrollamos una estructura de carácter,
que tiene una función defensiva (nos defiende de esas emociones e
impulsos temidos o dolorosos). Cuanto más rígido se haya hecho ese
carácter, menos espontánea y creativa será la persona, más tenderá a
repetir situaciones y más predecible será, como si cumpliera un destino.
Y esta tendencia compulsiva aparece porque si en la vida se dan
experiencias que nos pongan en contacto con emociones que no sabemos
manejar, aparece la ansiedad, y nuestro organismo va a evitarla a
cualquier precio. Esto ocurre de forma automática, sin que nos demos
cuenta. Por ejemplo, una persona que se sintió muy rechazada en un
período temprano de la vida, cuando en la actualidad siente que esto
puede volver a ocurrirle, huye de esa situación sin dar oportunidad a
saber lo que iba a suceder, pues trata de evitar la posibilidad de que
esto se repita. Esta persona, posiblemente, tensará los músculos del
tórax para limitar su respiración y así no siente el anhelo de
contacto, se dirá a sí misma que no lo necesita y evitará conectar con
su tristeza (como habría hecho tantas otras veces en el pasado). Por
tanto, podemos decir que existe una correspondencia entre el
funcionamiento psicológico y las tensiones corporales: las defensas
psicológicas (estructura de carácter) tienen su equivalente en las
tensiones musculares (coraza muscular), protegiendo a la persona del
dolor y la ansiedad. El problema entonces es que el precio supone
reducir significativamente nuestras vivencias para mantener a raya la
irrupción de algunas emociones e impulsos.
El AB
trabaja con ambos aspectos; el psicológico y el somático, pero lo que lo
hace específico diferenciándolo de otros enfoques terapéuticos es el
trabajo con el cuerpo. Por una parte, el movimiento, los sentimientos y
las experiencias previamente evitados, se reactivan por medio de
intervenciones terapéuticas corporales. Esto permite que el material
psíquico inconsciente (es decir, esas emociones e impulsos que hemos
reprimido a lo largo de la vida) salga a la luz y sea accesible al
análisis y elaboración mental. Para este fin, Lowen desarrolló una serie
de ejercicios que se proponen en las sesiones de terapia. Con ellos
intentamos que la persona tome consciencia de sus tensiones crónicas o
coraza muscular, y que las pueda relacionar con los problemas que ahora
le afectan en su vida, además de con su trayectoria vital.
A esta toma de conciencia debe seguir el trabajo de disolver las
tensiones musculares, o aflojarlas en gran medida, para poder recuperar
la capacidad de experimentar toda la gama de emociones de modo que
podamos expresarlas libre y adecuadamente. Para ello, es importante
recuperar la motilidad involuntaria del cuerpo –pequeñas vibraciones que
se dan en la musculatura-. Se consigue con los ejercicios, técnicas de
respiración y técnicas expresivas, todo ello con el acompañamiento y el
apoyo del o la especialista en AB, quien sostiene a la persona ante el
temor inicial que se produce al vivir experiencias que llevan mucho
tiempo (o toda su vida) sin haberse permitido. También es importante
este acompañamiento para explorar formas de expresión que no se pudieron
desarrollar debido a la coraza muscular. Para lograr estos objetivos,
no solo se proponen ejercicios bioenergéticos “clásicos” del AB, también
se invita a la persona en terapia a explorar sus propias posturas y
movimientos, en la búsqueda de su liberación, adecuándolos a sus
peculiares tensiones musculares; esto puede ser muy específico para cada
persona y resultar un trabajo en verdad creativo, tanto para la persona
como para el o la terapeuta.
En los comienzos
del AB se realizaba un trabajo físico muy intenso, donde se hacía
hincapié en la expresión de las emociones retenidas y las grandes
descargas de tensión, provocando reacciones a veces explosivas. En la
actualidad se tiende a un trabajo más sutil, quizás menos espectacular,
pero en el que la comprensión profunda del carácter y sus defensas
cobran mayor relevancia; además, se toma mucho más en cuenta lo que
ocurre en la relación terapéutica y cómo en ella se puede estar
manifestando dicho carácter, tanto en su aspecto somático como en el
psíquico. Conviene precisar que en los programas de formación actuales,
además de las estructuras de carácter descritas por Lowen, se consideran
cada vez más los patrones de apego desarrollados en la primera
infancia, que se van a repetir en la situación terapéutica y cuya
comprensión es de gran ayuda para todas las personas en tratamiento.
Por último, me gustaría señalar la importancia de los ejercicios de
bioenergética, no sólo en el marco la psicoterapia individual o grupal,
sino también como una práctica para cualquier persona que desee aflojar
sus tensiones crónicas, tomar más conciencia de sus sensaciones y
emociones y sentir más vitalidad. Por lo tanto, no es necesario sentirse
en un momento de atasco o falta de salud emocional para acercarse a
experimentar con este enfoque.
Debido a las
limitaciones de espacio, sólo pudimos dar unas pinceladas sobre lo que
es el AB. En futuros escritos se podrá profundizar en algunos conceptos y
se los podrá utilizar para reflexionar sobre algunas de las demandas más
frecuentes de las personas que asisten a psicoterapia.
Ángeles Delgado
Mayo de 2015.
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