domingo, 16 de febrero de 2014

Desvivirse por los demás





    ¿Quién no ha oído decir alguna vez que alguna persona se desvive por sus hijos, sus amigos, su pareja…? Si buscamos en el diccionario, una de las acepciones de desvivirse es esforzarse en favor de alguien. Lo que pasa es que muchas veces cuando usamos esta expresión nos estamos refiriendo a personas que literalmente están dejando de vivir o quitándose la vida, en cierta manera, por otras personas. Que hacen unos esfuerzos desmesurados y, tal vez, innecesarios por atender necesidades de los demás o simplemente por complacerlos.
    A veces incluso dejan de vivir por supuestas necesidades de otras personas, que no se corresponden con la realidad. Estoy pensando en una anécdota que viene muy al caso. Alguien me comentó una vez que se había encontrado a una antigua amiga que le decía que  al salir del trabajo le gustaría mucho irse a su casa y desconectar un poco del mundo, pero que como su madre estaba tan sola, iba a comer con ella para hacerle compañía. Así que elegía sacrificar su descanso, aunque estaba muy estresada. Pasado un tiempo la persona que me contó la anécdota se encontró a la madre de la sacrificada mujer. Ésta le informó  que se había jubilado hacía poco; pero se lamentaba de que ahora que tenía tiempo para ir a la playa con las amigas, no lo hacía mucho porque prefería quedarse en casa a preparar la comida a su hija y así le quitaba ese trabajo, ya que estaba tan ocupada. Otra que se sacrificaba. Ambas renunciaban a su bienestar, supuestamente porque era bueno para la otra. Se adjudicaban necesidades mutuamente y dejaban de vivir.
    Esta manera de relacionarse se da mucho en personas sobreprotectoras: inventan o exageran las necesidades de los demás y ellas mismas se las cubren. Se anticipan quizás porque necesitan de forma excesiva que los otros se sientan queridos por ellas. Tienen que estarlo demostrando constantemente. Y quizás lo hagan de muy buena fe, pero seguramente no se dan cuenta de que en el fondo están esperando que los demás hagan lo mismo con ellas; que adivinen sus necesidades, sin hacerlas pasar por el bochorno de tener que pedir. Esta manera de actuar también puede tener que ver con no tomarnos muy en serio a nosotros mismos y nuestras carencias; a veces no sabemos manejarnos con lo que nos hace felices y cómo buscarlo. Así, resulta más fácil cubrir necesidades de otros, sean éstas reales o proyecciones nuestras. Sustituimos el trabajo de ocuparnos de nuestra propia vida por otro menos comprometido: solucionar la de los demás.

Ángeles Delgado, febrero de 2014.