domingo, 11 de enero de 2015

La ansiedad (1)




A lo que hace años se llamaba estar o ser nervioso, ahora se le llama padecer ansiedad o, en otros términos, ser una persona ansiosa. Hablamos entonces de ansiedad generalizada, de trastornos de ansiedad, crisis de pánico… Sin entrar en los distintos subtipos de ansiedad, cuando hablamos de ella nos solemos referir a síntomas como: miedo, desasosiego y preocupación excesivos; también a irritabilidad, dificultad para concentrarse y relajarse, fatiga, problemas del sueño; y también a síntomas físicos como tensión muscular, problemas estomacales, náuseas.

Algunas personas tienen una cierta predisposición genética a padecerla. Otras la han ido generando porque su carácter y experiencias vitales (ambos aspectos se retroalimentan) le han llevado a hacerlo. Haber vivido una infancia con gran inseguridad material o emocional; haber crecido en un ambiente familiar problemático; haber tenido unas figuras de apego excesivamente preocupadas por la salud o con expectativas catastróficas hacia el futuro… Estas y otras situaciones en las primeras etapas de la vida pueden ser causantes de que la persona tenga tendencia a la ansiedad. Pero también se puede generar en la edad adulta, debido a pasar por situaciones largas o repetidas de stress. Todos hemos leído o escuchado cómo a partir de esta gran crisis económica ha aumentado significativamente el número de personas que padecen la maldita ansiedad.

La ansiedad tiene un aspecto psicológico y otro corporal. En el psicológico está esa sensación de sufrimiento, de intranquilidad, de miedo. Por su parte, en el corporal se produce una gran tensión muscular general y en particular en los músculos intercostales; éstos, al estar tan tensos no permiten al diafragma moverse con la respiración. Cuando el diafragma tiene poca movilidad, nos impide la respiración completa y nos deja utilizando solo la parte alta de los pulmones. Esto, a su vez, provoca más tensión general y por tanto más intranquilidad. Este proceso se convierte en un círculo vicioso.Cada vez se da más importancia a las técnicas de respiración como ayuda contra la ansiedad, y así es importante en yoga, en meditación, en la mayoría de técnicas de relajación…

En Análisis Bioenergético también es fundamental el cómo respiramos y, entre otras, la diferencia se establece en que no se busca la relajación directamente, aunque sí es uno de los resultados. En los ejercicios se suele pedir respirar con la boca y tener en cuenta tanto el movimiento del pecho como el del vientre. También es importante el equilibrio carga-descarga; si tomamos mucho aire (carga) y soltamos poco (descarga), crearemos tensión. Si tomamos poco aire –esto ocurre a muchas personas- tendremos poco carga, es decir poca energía. Así que con la inspiración por la boca intentamos cargar el organismo energéticamente, y con la exhalación prolongada, intentamos soltar el exceso de tensión. Por supuesto, no se trata de adoptar este tipo de respiración como habitual. Aquí lo hacemos con una intencionalidad, la de movilizar el organismo energéticamente y poder ser conscientes de más sensaciones. También es deseable que al principio no se hagan estos ejercicios ni este tipo de respiración sin la guía de un profesional.

Al movilizarnos de esta manera, es muy probable que el cuerpo tienda a hacer algún tipo de descarga; puede tratarse de temblores, vibraciones, voz, llanto, risa… Expresiones de impulsos o movimientos espontáneos del cuerpo que habíamos estado reteniendo, tienden a liberarse. Si podemos tolerar y aceptar estas reacciones, y más adelante elaborarlas intelectualmente y darles sentido, notaremos cómo esa ansiedad se va reduciendo y va siendo mucho más tolerable. Esto es así porque en el plano psicológico, la ansiedad se produce cuando hay impulsos, emociones, pensamientos o recuerdos que necesitan salir a la consciencia y expresarse, pero de forma inconsciente no se lo permitimos. Cuando se aflojan las defensas, superamos el temor, y dejamos que fluyan; ya no hay de qué defenderse y por tanto no hay porqué seguir reteniendo. El organismo se queda en paz.

Ángeles Delgado
Enero de 2015.