domingo, 3 de mayo de 2015

Análisis Bioenergético: una terapia psicocorporal


Fotografía
Fotografía cedida por Juan Camacho
El Análisis Bioenergético es una terapia psico-corporal desarrollada por el psiquiatra y psicoterapeuta Alexander Lowen, a partir del trabajo de Wilhem Reich, de quien fue discípulo y paciente. Reich enfocó sus investigaciones al análisis del carácter –conjunto de estrategias defensivas que desarrolla la persona para evitar el contacto con impulsos y emociones dolorosas o censuradas-.


El Análisis Bioenergético incluye la comprensión de estas defensas y también el trabajo con la desaparición de las tensiones corporales correspondientes, que se estructuran en el cuerpo, formando una “coraza muscular”. En esta comunicación intentaremos explicar estos conceptos y poner de manifiesto las principales aportaciones de Lowen, además de cómo ha ido evolucionando el Análisis Bioenergético (AB, en lo sucesivo), además de cómo se aplica y se enseña hoy en el IIBA (Instituto Internacional de AB). Se trata de un método psicoterapéutico de validez científica reconocida a nivel europeo (EAP: Asociación de Psicoterapeutas Europea). 
Para explicar qué es la coraza muscular, invito a los lectores de este artículo a hacer este experimento: piensen en algo que suele hacerles reír intensamente, pero propónganse no hacerlo. Fíjense en qué tienen que hacer con los músculos de su cara (tal vez también del cuello y parte alta del pecho, si afinamos). Si por alguna extraña razón tuviéramos que hacer esto de manera constante, seguro que terminaríamos por tener esos músculos contraídos de forma crónica y dejaríamos de ser conscientes de tal contracción. Pues así es como se forma la coraza muscular durante la infancia y la adolescencia: nuestro entorno, de forma deliberada o no, nos induce a reprimir la expresión de algunas emociones o impulsos y, como necesitamos adaptarnos a ese entorno, inhibimos esas expresiones tensando determinados grupos de músculos, al principio voluntariamente, y luego de forma automática, sin conciencia de estarlo haciendo. 
A la coraza muscular corresponden unas defensas psicológicas o caracterológicas: esas emociones e impulsos retenidos en la coraza nos resultan difíciles de tolerar psicológicamente. Así limitamos nuestras vivencias, evitando aquéllas que nos pueden poner en contacto con las emociones que tememos experimentar: de esta manera desarrollamos una estructura de carácter, que tiene una función defensiva (nos defiende de esas emociones e impulsos temidos o dolorosos). Cuanto más rígido se haya hecho ese carácter, menos espontánea y creativa será la persona, más tenderá a repetir situaciones y más predecible será, como si cumpliera un destino. Y esta tendencia compulsiva aparece porque si en la vida se dan experiencias que nos pongan en contacto con emociones que no sabemos manejar, aparece la ansiedad, y nuestro organismo va a evitarla a cualquier precio. Esto ocurre de forma automática, sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, una persona que se sintió muy rechazada en un período temprano de la vida, cuando en la actualidad siente que esto puede volver a ocurrirle, huye de esa situación sin dar oportunidad a saber lo que iba a suceder, pues trata de evitar la posibilidad de que esto se repita. Esta persona, posiblemente, tensará los músculos del tórax para limitar su respiración y así no siente el anhelo de contacto, se dirá a sí misma que no lo necesita y evitará conectar con su tristeza (como habría hecho tantas otras veces en el pasado). Por tanto, podemos decir que existe una correspondencia entre el funcionamiento psicológico y las tensiones corporales: las defensas psicológicas (estructura de carácter) tienen su equivalente en las tensiones musculares (coraza muscular), protegiendo a la persona del dolor y la ansiedad. El problema entonces es que el precio supone reducir significativamente nuestras vivencias para mantener a raya la irrupción de algunas emociones e impulsos. 
El AB trabaja con ambos aspectos; el psicológico y el somático, pero lo que lo hace específico diferenciándolo de otros enfoques terapéuticos es el trabajo con el cuerpo. Por una parte, el movimiento, los sentimientos y las experiencias previamente evitados, se reactivan por medio de intervenciones terapéuticas corporales. Esto permite que el material psíquico inconsciente (es decir, esas emociones e impulsos que hemos reprimido a lo largo de la vida) salga a la luz y sea accesible al análisis y elaboración mental. Para este fin, Lowen desarrolló una serie de ejercicios que se proponen en las sesiones de terapia. Con ellos intentamos que la persona tome consciencia de sus tensiones crónicas o coraza muscular, y que las pueda relacionar con los problemas que ahora le afectan en su vida, además de con su trayectoria vital. 
A esta toma de conciencia debe seguir el trabajo de disolver las tensiones musculares, o aflojarlas en gran medida, para poder recuperar la capacidad de experimentar toda la gama de emociones de modo que podamos expresarlas libre y adecuadamente. Para ello, es importante recuperar la motilidad involuntaria del cuerpo –pequeñas vibraciones que se dan en la musculatura-. Se consigue con los ejercicios, técnicas de respiración y técnicas expresivas, todo ello con el acompañamiento y el apoyo del o la especialista en AB, quien sostiene a la persona ante el temor inicial que se produce al vivir experiencias que llevan mucho tiempo (o toda su vida) sin haberse permitido. También es importante este acompañamiento para explorar formas de expresión que no se pudieron desarrollar debido a la coraza muscular. Para lograr estos objetivos, no solo se proponen ejercicios bioenergéticos “clásicos” del AB, también se invita a la persona en terapia a explorar sus propias posturas y movimientos, en la búsqueda de su liberación, adecuándolos a sus peculiares tensiones musculares; esto puede ser muy específico para cada persona y resultar un trabajo en verdad creativo, tanto para la persona como para el o la terapeuta. 
En los comienzos del AB se realizaba un trabajo físico muy intenso, donde se hacía hincapié en la expresión de las emociones retenidas y las grandes descargas de tensión, provocando reacciones a veces explosivas. En la actualidad se tiende a un trabajo más sutil, quizás menos espectacular, pero en el que la comprensión profunda del carácter y sus defensas cobran mayor relevancia; además, se toma mucho más en cuenta lo que ocurre en la relación terapéutica y cómo en ella se puede estar manifestando dicho carácter, tanto en su aspecto somático como en el psíquico. Conviene precisar que en los programas de formación actuales, además de las estructuras de carácter descritas por Lowen, se consideran cada vez más los patrones de apego desarrollados en la primera infancia, que se van a repetir en la situación terapéutica y cuya comprensión es de gran ayuda para todas las personas en tratamiento. 
Por último, me gustaría señalar la importancia de los ejercicios de bioenergética, no sólo en el marco la psicoterapia individual o grupal, sino también como una práctica para cualquier persona que desee aflojar sus tensiones crónicas, tomar más conciencia de sus sensaciones y emociones y sentir más vitalidad. Por lo tanto, no es necesario sentirse en un momento de atasco o falta de salud emocional para acercarse a experimentar con este enfoque. 
Debido a las limitaciones de espacio, sólo pudimos dar unas pinceladas sobre lo que es el AB. En futuros escritos se podrá profundizar en algunos conceptos y se los podrá utilizar para reflexionar sobre algunas de las demandas más frecuentes de las personas que asisten a psicoterapia. 

Ángeles Delgado
Mayo de 2015.