Psicólogo y Psicoterapeuta en Análisis Bioenergético.
Supervisor.
Miembro del Instituto Internacional de Análisis Bioenergético
Trabaja en Sevilla desde 1989
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Una de las
cosas más difíciles de abordar en cualquier tipo de psicoterapia que quiera
profundizar en las raíces del malestar o del sufrimiento de la persona que
acude en busca de ayuda es el tema del dolor.
Si hablamos
de dolor tenemos que hablar inmediatamente del miedo, porque las personas que
acuden a terapia podemos decir que en una gran mayoría tiene miedo al dolor,
sea más emocional o más psicológico, es lo mismo. Dolor y miedo están íntimamente
relacionados.
Pero ¿por
qué le tenemos tanto miedo al dolor?
Si
consideramos que el dolor no se debe a un acontecimiento presente sino a un
dolor originado en nuestro pasado más remoto, principalmente la infancia, podemos
entender que cuando se originó el dolor éramos niños/as o bebés y por lo tanto,
fue la etapa de nuestro desarrollo cuando nos sentimos más vulnerables, indefensos o impotentes para hacer frente a las
agresiones que sufrimos, sea por experiencias de abandono, rechazo, utilización, humillación, maltrato,
etc. Por este motivo, los sentimientos de vulnerabilidad,
indefensión, desesperación, impotencia, desesperanza, soledad, vacío, etc. también
aparecen cuando el dolor profundo empieza a poder abrirse y a expresarse.
Cuando
observamos esto, comprendemos más porqué la persona le tiene miedo al dolor, y
es porque se tuvo que proteger y
defender de que no le volviera a ocurrir
lo mismo. La persona se mantiene en estado de contracción, porque el miedo
al dolor es un estado de contracción y de actitud cerrada. Aunque uno no sea consciente,
no se quiere volver a pasar por la misma vulnerabilidad por la que pasó, y por
este motivo también la persona mantiene
activa una “actitud de control” en su vida presente y en su realidad actual para
que eso no vuelva a ocurrir y que nada de lo que teme profundamente pueda
“resonar” con lo que está bajo la conciencia.
Por este motivo controlará, que
en la interacción con los otros no le lleguen o le reboten los sentimientos que
teme o que puedan surgir desde su propio mundo interior. Por ejemplo, puede ser
que la persona que tiene dificultades con sentir su tristeza, se proteja de
situaciones que le hagan contactar y “resonar” con su propia tristeza, que ha
quedado bajo la conciencia porque ha vivido algo muy doloroso con situaciones
de pérdida. A menudo, es una situación imprevista como una separación, un
conflicto con alguna persona, o que una situación estresante rebasa ciertos
límites, para que esos mecanismos de control se debiliten, y entonces el dolor y
los sentimientos asociados a ese dolor pueden aflorar de alguna forma
inesperada.
Pero si
profundizamos más, y entendemos que ese miedo al dolor, tiene que ver a su vez,
con la pérdida de conexión con el amor, todavía entendemos más ese miedo. No
hay mayor dolor que la pérdida de
conexión con el amor, que no es otra que con las personas que necesitábamos
que nos quisieran y que, por un motivo u otro, nos rechazaron, nos abandonaron,
sin que ellos supieran el daño tan grande que nos causaron. La pérdida de
conexión con el amor para un niño/a es la pérdida de conexión con la vida y con
el mundo, pero como es imposible vivir sin eso, es cuando aparece el esfuerzo y
la voluntad para mantener esa conexión en forma adaptativa y tratando de hacer
lo que se espera de nosotros con tal de que nos quieran.
Cuando
comprendemos la importancia que tiene el dolor y el miedo al dolor con la
pérdida de conexión con el amor, necesitamos como terapeutas ser muy cuidadosos
y sensibles para poder facilitar un lugar
seguro al paciente que le permita abrir ese dolor dentro de una relación de
seguridad y confianza que pueda recibir y comprender lo que en su momento no
pudo ser posible. Es de este modo, que se puede establecer una conexión nueva, una experiencia afectiva y relacional que faltó
en el pasado y que se puede establecer en el presente. Esta conexión nueva,
facilita que el viejo patrón de relación sustentado en el control y el miedo se
empiece a relajar y a soltar.
Cuando el
dolor empieza a poder expresarse y ser acogido y contenido en la relación
terapéutica, empieza la curación. Ese espacio interior de contracción, de
retirada, que tiene que ver con la retirada del anhelo de contacto y de la búsqueda del amor, empieza a poder relajarse,
y el movimiento de ir hacia el mundo, se restablece. Debajo del dolor, está el
anhelo de contacto, al relajar y comprender el dolor, el anhelo de contacto se
puede abrir paso de nuevo. La persona puede de nuevo abrirse a buscar el
contacto que necesita pero desde su necesidad presente y adulta. Esa necesidad
no es otra que buscar el amor que siente hacia las personas cercanas a él, y
recuperar el amor hacia sí mismo que se perdió entonces.
Extraordinaria aportación del Análisis Bioenergetico en la sanación de trauma. Muy importante para tod@s los que andamos en la búsqueda de del amor perdido. Ahora es más fácil si se comprende que aquello no fue perdido sino la conexión. Esperanza de poder. Sanar tanto dolor y el impulso de ayudar a otr@s en este camino. Gracias por el blog y gracias por esta brillante, amplia y a la vez sencilla explicación. Mi Enhorabuena a todos los profesionales!!!.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Me alegra que este artículo de José Luis Moreno que te haya aportado algo, ya que es lo que se busca con el blog. Saludos... quien seas.
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